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25 julio, 2019

[Artículo RPP] Ernesto Ráez: La mala educación también cumple una función

¿Cómo inculcar en la juventud la imaginación y la fortaleza necesarias para construir un mundo ambientalmente sano y socialmente justo? Cuando el entorno es malsano, no bastan la educación ni la docencia. Integremos las metas educativas a mejoras honestas y profundas en el ambiente físico y mental donde se desarrollan nuestra infancia y nuestra adolescencia.

¿Qué tienen en común el Ministerio de Educación del Perú y Greta Thunberg, la joven sueca que denuncia la hipocresía ambiental de políticos y empresas? La adolescencia. Solo que las opciones que uno y otra ofrecen a la gente joven no podrían ser más contradictorias.

Hace unos días, participé en una amable reunión con personal directivo del Ministerio, sobre juventud rural. Acudo siempre a estas invitaciones, con cariño hacia el profesorado y el sector Educación. Mi madre -artista, profesora de arte y mujer libertaria- trabajó en la vieja sede del Parque Universitario, durante uno de los tantos instantes frustrados y fugaces, endémicos del sector, cuando se sueña muy alto y el Ministerio bulle con gente creativa y respondona.

Esta vez, nos pidieron ideas para propiciar, desde la escuela, que mujeres y hombres jóvenes no abandonen el campo y que se inserten mejor en el mercado laboral. Y ahí empezó el problema, porque los dos objetivos se anulan mutuamente. Como sabe cualquiera, la mayor oferta laboral y los mejores salarios se encuentran en las urbes, en profesiones y oficios lejanos del mundo rural. En contraste, la agricultura y la explotación de recursos naturales renovables, principales ocupaciones rurales, son labores duras e inciertas, que pagan pésimo y condenan a la pobreza; incluso cuando uno es dueño de la tierra. Los proletarios del campo, esos que vemos rociando pesticidas, sin protección y rodeados por sus niños, viven miserablemente, sometidos a espantosas condiciones sanitarias. Por ende, casi toda persona joven que haga el balance entre quedarse e irse, preferirá escapar del campo y buscársela en la ciudad. Elección, simplemente, racional.

Por supuesto, muchos jóvenes fracasan en sus intentos de “surgir” y “superarse”. En parte, ello se debe a elecciones voluntarias. Pero el gran destructor de sueños sigue siendo el contexto intoxicante que nos envuelve, y que va desde el físico medioambiente hasta el adoctrinamiento discriminador, mediocre, abusivo y deshonesto que ofrecen sin pausa la tele, la calle y la escuela. Cual pacoyunques contemporáneos, mujeres y varones del Perú nacemos y crecemos inmersos en la contaminación ambiental y mental, maltratados en cuerpo y alma, y aprendiendo a maltratar, dentro y fuera de la escuela.

Si el Estado y los grupos de poder se propusieran seriamente reducir la obscena exposición a metales pesados minero-petroleros y agro-venenos, que sufren las niñas y los niños rurales del Perú, harían mucho más por su éxito vital que con cualquier emplasto educativo. ¿Qué lectura va a comprender un cerebrito arrasado por el plomo? ¿Qué futuro tiene una joven saturada de pesticidas?

Si el Estado y los grupos de poder invirtieran en profesoras y profesores capaces de inculcar dignidad, autoestima y solidaridad con el ejemplo, se llenaría el Perú de gente alegre, lograda y creativa, por encima de cualquier prueba Pisa. Pero nadie busca eso. Una ciudadanía joven, sin toxinas, inteligente y segura de sí misma, capaz de valorarse sin aspirar a blanquearse con dinero, capaz de reencontrarse con el campo y reinventar su relación con la naturaleza, significaría la debacle para los hipócritas que comandan nuestro mundo. Viva Greta Thunberg.

 

Lea la columna del autor todos los miércoles en RPP.pe

Sobre el autor:

Ernesto Ráez Luna

Docente de la Escuela de Economía y Gestión Ambiental de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya. 

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