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1 febrero, 2019

[Artículo RPP] Volver a Anchihuay sierra

¿Cuánto sabemos de la vida de los sobrevivientes del CAI? ¿Qué oportunidades de desarrollo tienen al volver a sus comunidades? ¿De qué manera la educación y los proyectos extractivos deben contribuir a las comunidades rurales afectadas por el CAI?

La organización de niñas y niños trabajadores paraguayos a través de un tuit del CONNATS Paraguay, publicitan un evento de conmemoración por los treinta años de la caída de Stroessner. Ellos y ellas no estuvieron entre las 20 000 víctimas de ese régimen de sangre, pero saben bien lo que sucedió a través de sus familiares a quienes les tocó vivir 35 años de terror, por eso hoy demandan justicia.

Las niñas, niños y jóvenes peruanos tienen derecho a conocer lo que ocurrió durante el Conflicto Armado Interno (CAI) entre 1980-2000, y para ello todos tenemos tareas. En una salida de investigación a Anchihuay Sierra, un pequeño centro poblado en el distrito de Anchihuay, Provincia de La Mar- Ayacucho, pude ver y sentir los rastros del miedo y el dolor que dejó el CAI. Una abuela nos guio al cementerio y nos señaló la pared donde varios comuneros fueron acribillados por el ejército por haber albergado o dado de comer a los senderistas que los conminaron a hacerlo. Un niño nos mostró lo que quedó de la iglesia después de haber sido quemada por Sendero Luminoso, una mujer nos contó como los senderistas asesinaron a su esposo y otra mujer describió cómo estos mismos senderistas secuestraron a su hermanito a quién nunca más volvió a ver.

Anchihuay sierra aún llora y recuerda a sus hijos e hijas muertos y desaparecidos, sus sobrevivientes han comenzado a retornar tímidamente y hoy lo pueblan 44 familias que van y vienen de la comunidad porque en las condiciones en que está la agricultura no da lo suficiente. A pocos kilómetros a pie atravesando el cerro Calvario se abre la selva, a donde se llega por carretera vía San Miguel, capital de la provincia La Mar. Pero llevar y traer productos es sumamente costoso, haciendo posible solo una pequeña feria de los jueves que trae a algunos comerciantes con productos a alto costo. Paradójicamente, por los territorios de Anchihuay sierra transita el gasoducto de Camisea operado por la empresa TGP, con quienes coincidimos en la visita mientras entregaban calendarios con fotos de “gente feliz” y unas bolsas navideñas que la escuela destinó para los niños y niñas que alcanzaron los primeros puestos en rendimiento escolar.

¿Cuánto del canon retorna a Anchihuay? ¿Qué oportunidades tendrían los hijos e hijas de Anchihuay para retornar y hacer de esas casas sombrías y abandonadas hogares dignos? ¿De qué manera la educación y los proyectos extractivos deben contribuir a las comunidades rurales afectadas por el CAI? ¿Cuándo el Ministerio de Transportes y Comunicaciones junto con el Gobierno Regional favorecerá a Anchihuay sierra con caminos locales que los conecten a la selva? Mucho por hacer, pero este pueblo que ha resistido tantas desgracias merece lo mejor, después de todo la paz no es el fin de la guerra, la paz para nuestros pueblos indígenas es poder levantarse temprano junto con sus hijos y estar seguro que no les faltará alimentos, cariño y respeto, tampoco una melodía en quechua que les alegre el corazón.

Lea la columna de la autora todos los viernes en Rpp.pe

 

Sobre el autor:

Soledad Escalante

Docente principal de la Facultad de Filosofía, Educación y Ciencias Humanasen la Universidad Antonio Ruiz de Montoya

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