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Manuel Díaz Mateos SJ

LA PUERTA DE LA ESPERANZA. UTOPÍA Y PROVOCACIÓN DE LOS PROFETAS

La Iglesia ha tenido que renovarse constantemente, el paso de la historia y sus diferentes situaciones han hecho que varios de las propuestas de la Iglesia varíen de acuerdo a la sociedad. En la época que vivimos, se aprecia un fuerte desaliento social por la vida, por la cristiandad y en consecuencia también por la Iglesia. ¿Pero cómo hace la Iglesia para renovarse, para no dejar al pueblo y mantener la esperanza? En todas las sociedades se han presentado profetas, en cada uno de ellos se ha depositado la responsabilidad de renovar el discurso de la Iglesia, así pues los pilares fundamentales de la Iglesia no varían, pero sí se renuevan.

En está caótica contemporaneidad es difícil tener Razones para vivir y razones para esperar el progreso al que nos invita el Concilio del Vaticano II. Dado ello, el profeta se presenta, es necesaria su presencia como mediador entre la promesa de Dios y la esperanza del pueblo. El profeta no es sólo un predicador, es un hombre viendo a una sociedad, que es también suya, sufriente y por la cual quiere luchar en contra de las desigualdades y maltratos que observa. Se convierte así en un hombre activo que toma como base de su lucha la esperanza, la fe para cambiar la realidad. El principio de la Esperanza es el principio básico del cambio y de la Iglesia. Con este principio la Iglesia a lo largo de la historia siempre ha procurado orientar al pueblo y a los profetas.

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