El 10 de junio último, a los 64 años, falleció Nuccio Ordine, escritor y profesor universitario y, sobre todo, pensador de calibre que hizo del rescate de las humanidades la razón de ser de su vida. Su intempestiva muerte nos deja sin una de las mentes más lúcidas y dispuestas a hacer dialogar en serio a los diferentes saberes sobre el ser humano. Aquí un sentido homenaje.
Los grandes intelectuales suelen ser grandes provocadores y, por lo tanto, nadan a contracorriente. En tiempos en los que se endiosaba la reducción de cualquier conocimiento al plano operativo, Nuccio Ordine (Italia, 1958), escribió un ensayo poderoso, La utilidad de lo inútil (2013), en el cual defendía la auténtica utilidad de las humanidades en una época en que les acusa de “inútiles”. Así, en la introducción a su hermosa y poderosa obra, el profesor Ordine afirmaba: “En una acepción muy distinta y mucho más amplia, he querido poner en el centro de mis reflexiones la idea de utilidad de aquellos saberes cuyo valor esencial es del todo ajeno a cualquier finalidad utilitarista. Existen saberes que son fines por sí mismos y que—precisamente por su naturaleza gratuita y desinteresada, alejada de todo vínculo práctico y comercial—pueden ejercer un papel fundamental en el cultivo del espíritu y en el desarrollo civil y cultural de la humanidad. En este contexto, considero útil todo aquello que nos ayuda a hacernos mejores”.
Es decir, las humanidades, los saberes que centran su foco de atención en el ser humano, en una dimensión ética y epistémica, nos permiten identificar nuestros errores y, desde aquel conocimiento, procurar la mejoría de nuestras vidas. Por ello, afirmaba Ordine en el mismo prólogo que “la utilidad de los saberes inútiles se contrapone radicalmente a la utilidad dominante que, en nombre de un exclusivo interés económico, mata de forma progresiva la memoria del pasado, las disciplinas humanísticas, las lenguas clásicas, la enseñanza, la libre investigación, la fantasía, el arte, el pensamiento crítico y el horizonte civil que debería inspirar toda actividad humana”. Este “asesinato” de lo supuestamente “inútil”, tiene graves consecuencias culturales y sociales, porque al eliminar el saber sobre lo humano, perdemos la memoria y la conciencia de lo que somos.
De ahí que en ese mundo de valores culturales invertidos, en donde “un martillo vale más que una sinfonía, un cuchillo más que una poesía, una llave inglesa más que un cuadro: porque es fácil hacerse cargo de la eficacia de un utensilio mientras que resulta cada vez más difícil entender para qué pueden servir la música, la literatura o el arte”, nos hacemos cada vez más pobres de espíritu. Y en esa pobreza del alma, somos incapaces e insensibles de conmiserarnos por las tragedias concretas de nuestros congéneres. El mundo, sin los valores espirituales que se erigen desde las humanidades, es un claramente un mundo deshumanizado.
Este año, Nuccio Ordine recibió en premio Princesa de Asturias en el área de comunicación y humanidades. Como suele pasar en estas ocasiones, el intelectual italiano fue entrevistado por diversos medios. En una de esas entrevistas, Ordine denunció a la educación que se centra en solo en el ámbito laboral y en la posibilidad de solo ganar dinero. De ahí que con firmeza afirmó: “Esta no es manera de formar a estudiantes. Esta es una manera de corromper a los estudiantes. Hacer creer que tú tienes que estudiar para ganar dinero significa perder completamente el sentido de la educación. La verdadera tarea de la educación es formar ciudadanos cultos, ciudadanos que tengan sentido crítico, que puedan decir «no» a los falsos valores de la sociedad”. De ahí que educar es formar un ser humano para que sea capaz de acercarse al otro, de ayudarle a mejorar sus vidas, en pos de un futuro compartido.
Algunos podrían creer que estas afirmaciones son demasiado “idealistas” y que están desprovistas de un sentido práctico. Nada más errado. La verdadera practicidad tiene que ver con el modo de cómo hacemos que la vida sea mejor y más plena para todos. Y Nuccio Ordine estaba convencido de que las humanidades servían a esa mejoría concreta de la existencia, desde las potencias de la crítica, la creatividad y del respeto a la dignidad del otro. Como estamos convencidos nosotros, que hemos sido testigos de cómo las humanidades han hecho más rica y poderosa la vida de tantos jóvenes. Gran Nuccio Ordine, maestro de maestros.
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Sobre el autor:
Ricardo L. Falla Carrillo
Jefe del Departamento de Filosofía y Teología de la UARM