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1 agosto, 2018

[Artículo] Pensamientos y espacios críticos

         El reciente debate sobre textos escolares de pensamiento crítico nos ha recordado que lo crítico reside más en cómo cuestionamos y respondemos que en el contenido de los pensamientos. Ahora, los testimonios de corrupción en los audios que venimos conociendo, nos enseñan que ese pensar necesita ejercerse en espacios públicos que no pueden limitarse a los que ofrecen los medios de comunicación. En ese sentido, las aulas escolares son una oportunidad de transformar esos vergonzosos testimonios audiovisuales en una experiencia formativa ética y democrática.

Desde hace años, educadores y educadoras disponen de videos y audios donde se compran “opiniones” de periodistas y “respaldo” de políticos. Ahora tenemos evidencias de cómo se definen o cambian “sentencias”, donde el negocio desaparece a las víctimas y la justicia. Sobre todo, hemos podido ver y oír los “argumentos” de los involucrados y sus defensores, donde esa demanda de justicia de las víctimas sigue ausente. Ya no podemos negar que si la corrupción ha alcanzado estas proporciones es porque la hemos aceptado –nos hemos hecho sus cómplices– cotidianamente, sin detenernos a pensarlo. Si el pensar crítico se trata de mover a pensar antes que en fijar lo pensado, los colegios pueden ser un espacio decisivo para recuperar nuestra capacidad de respuesta ante la corrupción.

El pensar crítico parte del sencillo pero exigente ejercicio socrático de ponerse en el lugar del otro y preguntarse: ¿qué pasaría si el consejo estudiantil no necesitara dar razones ni convencer porque controla la mayoría de votos? ¿Si pudiera escoger el destino del viaje de promoción y la agencia de viajes desoyendo cualquier otra opción? ¿Y si le dejáramos escoger como responsables de los equipos de deporte y ciencia a estudiantes sin experiencia en esas actividades ni interés en aprender sobre ellas? ¿Y si lo que nos muestran esos videos y audios pasara en la asociación de padres de familia o en la dirección del colegio? El ejercicio de imaginar, cuando parte de las amenazas que sufrimos cotidianamente, puede hacerse un desafío que urja a responder. A ser responsables.

Cultivar esos espacios supone arriesgarse a ser una verdadera comunidad educativa, sin miedo a que sus miembros puedan volver esas preguntas sobre el propio colegio, sus familias y su localidad. Aunque el debate sobre textos escolares quede en qué contenidos censurar o fijar, la apuesta por espacios críticos en las aulas –en historia, ciencia y ambiente, religión, educación sexual– apunta a formar personas que piensen y debatan. A preparar ciudadanos y ciudadanas que apuesten por sacar a la luz pública la corrupción, porque saben que esta siempre necesita el secretismo. La formación de nuestros hijos e hijas nos recuerda cada día que el pensar crítico necesita esos espacios públicos para que vivan en un país más justo y seguro.

Artículo publicado en el diario El Peruano el 31 de julio de 2018

Sobre el autor:

Víctor Casallo

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