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18 marzo, 2019

[Artículo RPP] La política científica y el futuro del Perú

 

Sin una política científica, que se constituya en el eje fundamental de nuestro proyecto de país, el futuro del Perú es incierto. Pues el acceso y la permanencia de nuestra nación en la civilización del conocimiento, solo podrá ser posible si la ciencia y sus innumerables aplicaciones tecnológicas, se convierten en el estructurante de nuestro futuro.

Una política científica no se reduce al simple análisis prospectivo: el estudio de los escenarios sociales futuros, producto del impacto de la tecnología en el ámbito de la producción y en las relaciones humanas y medioambientales. Si una política científica se limitara a ello, sería una visión bastante pasiva y limitada de dicha política. Pues el futuro depende, entre otros factores, del aumento o disminución del conocimiento a escala global. Y al ser reducida la producción de saber científico en nuestro medio, es limitado lo que podemos entrever de nuestro futuro. De ahí que el porvenir del Perú dependa de variables que están más allá de nuestras posibilidades de previsión y de control. La prospectiva no basta.

Tampoco se trata de reducir la política científica a identificar nichos de colaboración entre la empresa y la academia. Pues sería confinar la investigación y el desarrollo científico a las necesidades de las empresas. Los negocios difícilmente invierten dinero en investigaciones que no tengan un impacto retributivo en el mundo de la empresa. Varias áreas del quehacer científico podrían desaparecer si primase esta visión, pues solo tendrían lugar aquellas que tienen una financiación empresarial. El mercado, por ello, no basta.

Asimismo, limitar la política científica a una cuestión de aumento del gasto, sin establecer prioridades en términos de proyecto de país, es dilapidar los recursos del erario nacional. En efecto, la política científica está entrelazada, en un primer plano, a la política educativa, a la política de cultural y a la política seguridad. Y, en una segunda línea, a la política económica y a la política productiva. Sin tomar en cuentas estas relaciones, entretejidas, es poco probable augurar un derrotero positivo al fomento de la ciencia. La ciencia y sus aplicaciones tecnológicas, no son hechos aislados.

Dicho esto, ¿qué hacer? Como en toda gran visión política, es necesario establecer el para qué. Y, en el caso de la política científica, el objetivo a largo plazo es superar la dependencia científica respecto a los centros de poder científico- tecnológico del mundo. Transformar a nuestro país en una nación productora de conocimientos científicos, es hacerla autónoma en la generación de saberes aplicados a diversos niveles.

Una acción autónoma (que incidiría en una mayor independencia) es definir las prioridades de investigación más allá de los requerimientos del mercado. También implica ir más allá de los estereotipos que los países del centro tienen de naciones periféricas como la nuestra (investigación reducida al ámbito de la descripción cultural y de disciplinas afines). La autonomía científica se debe dar desde el fortalecimiento de la universidad pública, de la labor del docente investigador y una valoración social de los que se encuentran en el mundo académico.

Los países de gran desarrollo encontraron una forma evidente de ejercer control sobre nuestras sociedades: definir desde los programas globales científicos qué es lo que debemos conocer, qué es lo debemos investigar y de qué maneras debemos hacerlo. Superar esa dependencia sería el objetivo mayor de nuestra política científica que, sin duda, es una política de seguridad mayor. Por último, la conveniencia de una política de Estado a favor de la ciencia, es potestad de los peruanos. A nadie más le va interesar. Solo a nosotros que nos jugamos el futuro.

Lea la columna del autor todos los lunes en Rpp.pe

 

Sobre el autor:

Ricardo L. Falla Carrillo

Jefe del Departamento de Filosofía y Teología de la UARM

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