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15 junio, 2020

[Artículo RPP] Soledad Escalante: Racismo y desarrollo social

El racismo y sus consecuencias son terribles para una sociedad que aspira a ser plenamente democrática, es decir justa, igualitaria, equitativa e inclusiva. El racismo implica la negación del otro y atraviesa todos los espacios sociales: hablar de racismo es hablar de discriminación, exclusión y violencia estructural y sistemática ¿Se puede superar el racismo? ¿Cómo?

El racismo es un prejuicio ampliamente arraigado en el mundo contemporáneo. Más que un lastre que se herede del mundo arcaico, el racismo actual es una invención del mundo moderno y se encarna en el sujeto racista. Las ciencias sociales han explicado sus orígenes, su evolución, su consolidación y sus lógicas perversas, de manera que se comprende que el racismo es un fenómeno social extremadamente complejo, como ilustra el historiador alemán Christian Geulen (Münster, 1969) en su Breve historia del racismo (Madrid: Alianza, 2010). Gracias al esfuerzo de las ciencias sociales es posible entender con claridad la amplísima diversidad de sus manifestaciones vigentes, es decir las configuraciones peculiares que adopta según las distintas culturas y sociedades modernas en las que está inserto. De acuerdo con el profesor Geulen, gracias a los logros de este esfuerzo intelectual realizado por las ciencias sociales también es posible abstraer la esencia del racismo: este es, en resumidas cuentas, un sistema de creencias falsas que obnubilan el entendimiento e inhiben que una persona alcance el reconocimiento pleno y genuino de otra persona.

El entendimiento así obnubilado percibe, entonces, de modo defectuoso y deficiente la experiencia con el otro y se afinca en un reconocimiento negativo, que reduce y suprime derechos y libertades en lugar de garantizarlos, fortalecerlos y profundizarlos. Dicho de otra manera: el racismo es un tamiz ideológico que reduce la experiencia con el otro a una serie de prejuicios sin fundamento y, por lo tanto, sin correlato efectivo con la realidad. El sujeto racista cree erróneamente que existen razas superiores y razas inferiores; sobre esa falsa creencia asume que las supuestas razas superiores tienen el derecho de subordinar y oprimir a las razas consideradas inferiores. No es así: todas las personas nacen pequeñitas y en la menesterosidad existencial que convoca el cuidado de los mayores.

El sujeto racista expresa, como es evidente, un punto de vista estrictamente unilateral, impositivo y desesperado. El racismo es violento porque expresa la desesperación del sujeto racista: el sujeto racista desespera porque sus prejuicios sobre el otro no se concilian ni con la presencia libre y autónoma del otro, ni con la igualdad constitutiva de todos los seres humanos. Así como la libertad y la autonomía del otro no encajan en la precaria comprensión que el sujeto racista elabora del otro, tampoco la igualdad formal con el otro puede ser asimilada por el sujeto racista. Por eso que el racismo resulta tan represivo, regresivo y mortal: dado que su meta es la aprehensión y la subordinación del otro, cuando no logra esta meta, entonces se radicaliza hasta la supresión del otro. Vale decir, al sujeto racista no le basta con oprimir, subordinar y marginalizar al otro, sino que, cuando encuentra resistencia, también busca la aniquilación del otro.

Si bien inhibe y ralentiza el desarrollo social, el racismo es una tara superable: la sociedad democrática es el logro de la colaboración y la reciprocidad entre personas diferentes y culturalmente diversas que se reconocen con iguales derechos e iguales capacidades.

Lea la columna de la autora todos los miércoles en Rpp.pe

Sobre el autor:

Soledad Escalante

Docente principal de la Facultad de Filosofía, Educación y Ciencias Humanasen la Universidad Antonio Ruiz de Montoya

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