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8 julio, 2022

[Artículo RPP] Rossana Mendoza: Quiero ser profe

No basta el plan de estudios, las unidades didácticas o el diseño de estrategias pedagógicas, es en el caminar que se hace artesanía pedagógica junto con los estudiantes, dándole así un carácter performativo al proceso educativo, cuya única finalidad es la transformación de ambos actores.

Como parte de mi investigación con niñas, niños y jóvenes de comunidades altoandinas les pedí que dibujen qué quieren hacer cuando terminen la secundaria. De los 98 dibujos recibidos, 8 varones y 32 mujeres se dibujaron adultos enseñando en la escuela de su comunidad. Lo cierto es que, en medio de tan profundas desigualdades, la mayoría no alcanzará su sueño, por ser indígenas, tener carencias económicas y porque la formación alcanzada no les permitirá llegar por sus propios méritos a la educación superior.

Los que sí lograron convertirse en docentes con mucho esfuerzo no siempre pueden permanecer en sus lugares de origen, sobre todo aquellos procedentes de provincias y distritos del interior del país, quienes transitarán por diferentes instituciones educativas. Otros se fortalecerán en la gestión pública, se apasionarán por la innovación y la investigación, trabajarán en proyectos sociales y/o terminarán enseñando en la educación superior. Cada vez con mayores desafíos, los educadores le damos nuevas formas a la profesión, evidenciando lo importante de nuestro aporte en todos los campos del aprendizaje. Pero, el trabajo con las y los estudiantes de cualquier edad y en cualquier lugar nos resulta especialmente gratificante ¿A qué se debe?

La relación docente – estudiante no es simple, tiene sus complejidades partiendo del hecho que cada cual trae sus propias expectativas sobre el proceso de aprendizaje, siendo uno de los principales desafíos armonizar sostenidamente dichas expectativas. Por eso no basta el plan de estudios, las unidades didácticas o el diseño de estrategias pedagógicas, es en el caminar que se hace artesanía pedagógica junto con los estudiantes, dándole así un carácter performativo al proceso educativo, cuya única finalidad es la transformación de ambos actores. Una transformación que puede expresarse en cambios en las conciencias, conocimientos, actitudes y/o sentimientos.

Cuando esta relación se trasladó al ámbito de la virtualidad durante la pandemia, miles de docentes tuvieron que aprender o re-aprender otras maneras de hacer el trabajo pedagógico apoyándose en los variados recursos que ofrecen los medios digitales, pero no hay tecnología capaz de reemplazar el abrazo cariñoso, las miradas, la escucha amable o los giros temáticos que se generan en las clases y todo aquello que motiva en las niñas, niños y jóvenes el sueño de convertirse en una maestra o maestro, porque la vocación docente se siembra y se cosecha en el aula.

Un homenaje a las maestras y maestros del Perú, a los artesanos de la pedagogía, a los memorables, a los esforzados, a los que se acuestan cada noche pensando en sus estudiantes. Extiendo mis saludos a todas y todos los docentes en formación de los institutos y universidades que algún día fueron cuestionados y desalentados por elegir la carrera, y que a pesar de todo, siguen fortaleciendo

su vocación día a día. Un homenaje a todas y todos los colegas que culminaron con éxito sus carreras docentes y no logran ejercerlas por las trampas de la burocracia y la corrupción. Que nada ni nadie nos quite la pasión por la educación.

Lea la columna de la autora todos los jueves en RPP.pe

Sobre el autor:

Rossana Mendoza Zapata 

Docente de la Escuela de Educación de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya

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