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2 agosto, 2022

[Artículo Ideele] Soledad Escalante: ¿Qué son los partidos políticos?

Un “sistema” alude a una unidad de funcionamiento uniforme y eficaz. Una “estructura”, una disposición tal de factores que sostienen y condicionan el funcionamiento de algo. Pero, definir el desarrollo de un fenómeno político como una realidad deducible, semejante y prescindible, indica definir a los partidos políticos como una realidad cuya existencia la define el participar de algo externo, la democracia, antes que de algo intrínseco a ellos, el poder: la realidad de los partidos políticos es de ser una existencia para otro, antes que una existencia para sí. Luego, los partidos políticos son, esencialmente, agrupaciones de personas cuyas interacciones estarían gravadas por reglas (un estatuto), que explican su acción política apoyándose en una ficción colectiva (la ideología o la doctrina) y comparten objetivos políticos (materializados en intereses desde individuales y colectivos), por lo que ello haría muy semejantes al partido pierolista del siglo XIX y el partido odriísta de los sesenta del siglo XX. Finalmente, su carácter de prescindible se define a partir del sinnúmero de partidos políticos que han existido. Asimismo, la no existencia o no participación de los partidos políticos habría caracterizado, entre otras cosas, el proceso de democratización dado en octubre de 1968.

Sin embargo, no queremos omitir de nuestro razonamiento los caros aportes de la literatura acerca de los partidos políticos, relativos a su origen (Cf. Panebianco, Modelos de Partido), (cf. Távara Santiago, Historia de los Partidos), desarrollo (cf. Sartori, Partidos y Sistemas de Partidos) y organización (cf. Duverger Maurice, Los Partidos Políticos). Aunque quisiéramos enfatizar que la problematización del origen, desarrollo y la organización, correlativos a los tres aspectos señalados en este escrito: deducibles, semejantes y prescindibles; se esclarece si evaluamos el tránsito político que han experimentado estos “aparatos” burocráticos cada periodo de tiempo, generando el siguiente resultado: han dejado de ser herramientas de cambio. Es decir, su acción, como acción colectiva y organizada de ciudadanas y ciudadanos, no generaría un impacto social y solo, al parecer, recrean, la misma monotonía de la res extensa. ¿Cómo revertir una situación así? La ciencia social es la llamada a dar cuenta de los problemas de la realidad en tanto que social. Sin embargo, creemos que el problema puede abordarse de la siguiente forma: la teoría de los partidos políticos asume que éstos se disponen de tal forma que hacen con los otros “aparatos” burocráticos un sistema de partidos. Es aquí donde tienen lugar otros dos sistemas, el electoral y el sistema de gobierno.

Consideramos que en esta instancia de relación, el sistema de gobierno, el Estado, y el sistema electoral, la sociedad civil, al gestionar recursos (de capital, de la naturaleza y las acciones humanas), prefieren “concentrar” antes que compartir o delegar. Es decir, conviene formularnos una pregunta: ¿conviene a los gobiernos, partidos políticos cohesionados y organizados? Si revisamos solo detenidamente los primeros 85 años del siglo XX peruano, encontraríamos que un partido político tal puede sustituir la dirección del gobierno del Ejecutivo, si atendemos que, en los países con Partido único, la Dirección Política las más de las veces decide por todo el país. Un partido tal podría, justamente, prescindir del Estado, y administrar para sí el sistema electoral, así como el sistema económico. Esto, claro está, si atendemos a los principios teóricos del marxismo de la Primera Internacional.

Conceptualmente, un “sistema” nos procura poder controlar o gestionar el caos. Un “sistema” de partidos haría las veces de un “cinturón” con el cual poder orientar las diversas demandas de la sociedad civil dispuestas caóticamente en la realidad política. Pero es en este circuito caótico en donde se articula un valor político (cuya tentación de definirlo como equivalente a la mercancía, es grande), el voto electoral. A menos que sea un partido político estatal, los demás partidos políticos han sido un obstáculo con el cual los gobiernos deben lidiar y buscar atraer, si y sólo si son estos partidos políticos cohesionados y organizados, de lo contrario, solo sería el desarrollo de la monotonía de las cosas. Así, en el sistema de partidos se administraría el valor de uso y el valor de cambio del voto electoral, aunque esta gestión difícilmente pueda hoy llevarla a cabo, pues al acusar los rasgos presentados líneas arriba, entonces el origen, desarrollo y organización de los partidos políticos en el Perú no presentan poder disruptivo.

¿Qué son, entonces, esencialmente los partidos políticos? Son pues aparatos burocráticos integrados por minorías organizadas entorno a un sentido común y cuya práctica es la búsqueda del poder político. Quizá porque desde el Estado se ha buscado reglamentar su organización interna, la adaptación de los partidos ha implicado la morigeración de sus programas y prácticas. Sin embargo, la real necesidad de adaptación a los filtros democráticos no pudo prever, quizá, la pérdida de lo que podríamos definir como un marco de ideas o de “sentidos” asociados a un espacio partidario. Pero esto no debe reducirse a la simpleza de explicar que hoy los partidos son catch-all, simples maquinarias electorales. Consideramos que esta clase de ciencia social solo atiende la epidermis del problema, haciendo de lo superficial e inmediato una ciencia, lo cual termina desorientando el rigor del análisis.

Quizá el meollo de las cosas relativas a los partidos políticos no se reduce en su relación con la Democracia, necesariamente, sino en problematizar la relación militante programa partidario. Quizá si nos detenemos en el interior de un partido, podríamos encontrar que el espacio es político, pero también religioso, que el militante sigue, pero también cree. Finalmente, en el espacio político también se encuentran los prójimos.

Artículo publicado en Revista Ideele N° 304

Sobre el autor:

Soledad Escalante

Docente principal de la Facultad de Filosofía, Educación y Ciencias Humanasen la Universidad Antonio Ruiz de Montoya

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