En las últimas semanas han regresado a las redes digitales publicaciones que contraponen agudamente el compromiso por el país y el entusiasmo por el fútbol. Leemos, por ejemplo, “Era un país tan pobre que gritaba más fuerte un gol que una injusticia”. Ya sea con humor o severidad moralista, esta engañosa disyuntiva oscurece el sentido profundamente humano y convergente del deporte y la política.
En todo deporte, resultados como la clasificación o el triunfo suponen un exigente trabajo previo que involucra a deportistas, equipo técnico y también a familiares y amigos. Lo saben las decenas de deportistas que durante años se levantan de madrugada o llegan a sus hogares pasada la medianoche, inventándose tiempo para las tareas escolares, el descanso y los amigos. También lo viven las madres y padres de familia, quienes no se limitan a transportarlos, a aprender a preparar la alimentación especial que requieren, sino que deben enseñarles a soñar, esforzarse, y a asumir con madurez el perder o el ganar. A pesar de que las instancias públicas encargadas de promover y desarrollar el deporte cuentan actualmente con más recursos económicos, a menudo familiares y amistades deben suplir las deficiencias de instalaciones, entrenamiento o equipamiento con su propio tiempo, contactos y dinero. Política y deporte comparten en el Perú su debilidad institucional; pero también una esperanza encarnada en el compromiso invisible de quienes aprenden a ponerse de acuerdo y trabajar juntos, pensando en sus hijos e hijas deportistas y en quienes vendrán después.
Oscurecemos esta valiosa experiencia cuando no miramos más allá del último triunfo o derrota. Una mirada más amplia permitiría que ya no nos sorprendamos con los triunfos internacionales de deportistas peruanos, solo por señalar dos ejemplos, en disciplinas marciales y deportes acuáticos. Por el contrario, podríamos compartir y celebrar en nuestros hogares, colegios y universidades la admiración por la disciplina, el sacrificio y la pasión de miles de niños, niñas y jóvenes en diferentes deportes. Descubriríamos también historias similares alrededor de las matemáticas, la tecnología, las artes escénicas, las historietas o los voluntariados. Lejos de limitarse a suplir al Estado o partidos políticos, estas personas y grupos reinventan creativamente experiencias políticas tan fundamentales como disfrutar el descubrir al otro, acostumbrarse a dialogar las diferencias y trabajar cooperativamente.
Aprender a advertir, reconocer, compartir e intentar estas experiencias tan valiosas que ya se dan entre nosotros, nos descubre a la vez la injusticia de nuestra sociedad donde no todos pueden acceder a estas oportunidades para desarrollar sus capacidades y vivir más plenamente. Nos hace pasar de gritar la injusticia a construir un espacio más inclusivo y democrático. No nos faltan historias admirables. El desafío es animarnos a compartirlas y ser parte activa en ellas.
Artículo publicado en El Peruano el 13/11/2017:
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Víctor Casallo