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1 abril, 2019

[Artículo RPP] Retrato de la vocación intelectual

La diversidad humana también se expresa en actividades y en funciones. Así como algunas personas producen y gestionan recursos y procesos, también existen otras, no muchas, que tienen como actividad, pensar. Y, a partir de este ejercicio, colaboran con la elaboración de nuevos conocimientos.

Despertar con una idea. Y, mientras se resuelven los problemas de la vida doméstica, se persiste con la idea. Uno tras otro, los asuntos del día a día, caen sin pedir permiso y nos distraen brevemente. Sin embargo, la idea sigue dando vueltas por la mente de manera incesante. Por momentos, se extiende, por momentos se reduce. En el escrutinio de su consistencia, casi se desecha. Luego, por un golpe de fortuna, la idea se recupera de aquel rechazo. Y se la deja reposar hasta el otro día.

Volvemos a despertar con la idea. Y, sin previsión, regresa la vida domesticada. Esta, nos aprisiona o acorrala con sus infinitos detalles.  Por un momento, la idea aparece deformada o empequeñecida por los pormenores del cotidiano. Incluso, se la percibe ridícula frente a la rotundidad de los asuntos privados. Así, la idea luce desfigurada, dirigiéndose a su extinción. Angustia perderla y olvidarla. Pero la vocación es grande y, en vez de desecharla por completo, se la guarda para mejores tiempos.

Al llegar el día adecuado, volvemos a sacar a la luz a la idea. Ha reposado el tiempo conveniente, el suficiente como para confrontarla con otras. Por un momento, se dialoga con las ideas de los muertos. También, con los vivos que hacen ideas. Buscamos entre los pocos espíritus afines, alguien con quien compartir la idea para ver su consistencia. A veces, es un diálogo de ciegos. A veces, un diálogo de sordos. Pero igual, nos ayudan con el ejercicio del distanciamiento crítico. Fundamental, en la vida con las ideas.

Finalmente, llegamos al momento central del proceso: nos disponemos a la disección de la idea.  La colocamos cuidadosamente sobre el escritorio y empezamos a trazar el mapa de conexiones integrales, constituidas por conceptos y palabras. Luego, la escrutamos para comprender la dimensión profunda que habita en una idea. Cavamos hondo, pero también naufragamos. Sin embargo, hemos aprendido –desde la experiencia– que este proceso es necesario para el pensar.

La idea ha logrado sobrevivir al examen de su formador. Luego, en otro instante, se disgregará en varios conceptos, enunciados en palabras o en formulaciones algorítmicas. La idea se acercará a una teoría o se hará una teoría (esto más complejo). Gracias a ello, empezará la escritura; el añadido cuidadoso de informaciones, de demostraciones y de ideas de otros autores. Surgirá el libro, el ensayo, el artículo de investigación y la lección de clases. Gran parte, llegará a bibliotecas, centros de información y el olvido será su destino. Pero, una parte muy pequeña de esa producción, será tomada en cuenta por los otros. Y formará parte de la tradición.

Cuando leemos la producción intelectual de algún autor, poco nos percatamos de la pasión, de la vocación, del esfuerzo y del tiempo invertidos en la formación de ideas. Muchas de las cuales, han movido el mundo en innumerables ocasiones. Basta leer la historia para ver su verdadero poder.

 

Lea la columna del autor todos los lunes en Rpp.pe

Sobre el autor:

Ricardo L. Falla Carrillo

Jefe del Departamento de Filosofía y Teología de la UARM

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