Sin desconocer los esfuerzos del Estado por atender a la infancia en abandono, es poco lo que hemos avanzado, las cifras son de terror. La problemática es compleja y requiere la acción de más de un sector y educación sexual en las escuelas. Como sociedad no podemos abandonar a esta población vulnerable.
El término infancia expresa la diversidad de situaciones y condiciones de afectación de niñas, niños y adolescentes, siendo la infancia en abandono, una de las poblaciones cuyos derechos se ven conculcados por no contar con los cuidados parentales que los demanden y protejan.
El Plan Nacional de Acción por la Infancia 2012-2021 consideró esta realidad y se propuso como una de sus metas que: “un tercio de las niñas, niños y adolescentes sin cuidados parentales se reintegran a su seno familiar o se integran a un grupo familiar de manera definitiva”. La línea de base al 2010 tomó como referencia que solo el 7 % de los 17,372 niñas, niños y adolescentes albergados en los Centros de Atención Residencial (CAR) se reintegraron ese año a una familia. Pero ¿Cuántos son en realidad?
En un reconocido semanario la periodista Sonia Suyón llama la atención sobre el tema y presenta cifras de espanto: 55,795 niños ingresados a las Unidades de Protección Especial – UPE del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables en los últimos tres años, de los cuales 13,581 tienen edades entre 0 a 5 años. Junto a estas cifras están los relatos de recién nacidos encontrados en parques y basurales o abandonados en los hospitales. En el 2019 las UPE han atendido 26,457 niñas, niños y adolescentes, a esto se suman los 2,742 atendidos en los 43 CAR del INABIF. Frente a ello, en el 2019 solo se han reportado 141 adopciones.
Hay que reconocer los esfuerzos del sector por atender a la infancia en abandono, en un contexto donde crece la sensibilidad frente a la infancia y la voluntad de denunciar, pero ¿quiénes son las familias que abandonan a sus hijas e hijos? Volvemos a encontrar a adolescentes y mujeres adultas obligadas a llevar a término un embarazo fruto de una violación, hogares en extrema pobreza, hogares en violencia, mujeres con trastornos mentales y otras discapacidades, madres abandonadas; en otras palabras, es el abandono el que lleva al abandono.
La problemática es compleja y requiere la acción de más de un sector. Desde esta columna he insistido en la educación sexual en las escuelas y colegios para aprender a amar y cuidar su cuerpo y en eso las maestras y maestros del Perú tienen una gran tarea y cuentan con todo el respaldo de las políticas públicas. Asimismo, urge que se proteja y defienda a las mujeres de todas las edades para que tengan la oportunidad de decidir si quieren llevar a término un embarazo como consecuencia de una violación o no. Es indispensable atender a las familias en extrema pobreza, las hay y se multiplican y esto tiene que ver con las políticas económicas que siguen favoreciendo a los sectores más acaudalados, nacionales y extranjeros, y entregando migajas a través de programas sociales, en vez de generar empleo digno.
La infancia abandonada es una dura evidencia de las profundas desigualdades que vive el país, y de las limitaciones de un Estado que abandona a su población más carenciada y vulnerada.
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Sobre el autor:
Rossana Mendoza Zapata
Docente de la Escuela de Educación de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya