La estrategia de “tierra arrasada” de Netanyahu, primer ministro israelí, con el respaldo de EE. UU., puede poner en jaque el frágil equilibrio político de una región convulsa como Oriente Medio.
El sábado 7 de octubre, el mundo atestiguó el peor atentado terrorista de la historia en suelo israelí. Milicianos de Hamas, organización nacionalista e islamista suní, violaron lo que se suponía era uno de los mejores sistemas de seguridad del mundo, asesinando a sangre fría a un número todavía no determinado de civiles y militares. De igual forma secuestraron a más de 100 personas, las que al momento de escribir estas líneas se encuentran en calidad de rehenes.
La respuesta no se hizo esperar. El gobierno de Benjamín Netanyahu, que venía siendo muy cuestionado debido a sonados casos de corrupción y por atentar contra la independencia judicial, ha lanzado una ofensiva total, por cielo, mar y tierra, contra la ciudad de Gaza. Dicha ofensiva está teniendo un devastador costo humano, especialmente en niños y civiles palestinos. A su vez, la estrategia de “tierra arrasada” de Netanyahu puede poner en jaque el frágil equilibrio político de una región convulsa como Oriente Medio.
El primer elemento a destacar es sin lugar a dudas Irán. Este país de 88 millones de habitantes “felicitó” a las milicias de Hamas por el ataque contra Israel. El prestigioso diario estadounidense Wall Street Journal, indicó que Irán ayudó a los terroristas a planear el ataque, aseveración que ha sido desmentida tanto por Hamas como por Teherán. No obstante, los vínculos entre ellos vienen de larga data. Otro vínculo también muy bien documentado es aquel entre Teherán y Hezbolá. Esta organización musulmana chií libanesa fue fundada, entrenada y organizada por un contingente de la Guardia Revolucionaria iraní. A pesar de las diferencias entre Hamas y Hezbolá (los primeros son sunitas y los segundos chiitas), el involucramiento del Partido de Dios (Hezbolá en árabe) en la guerra supondría el primer escalafón para que el conflicto adquiera una dimensión regional. Actualmente ya hay enfrentamientos entre Israel y Hezbolá en la frontera sur de Líbano.
Por otra parte, hay un elemento adicional sobre el cual no se está poniendo la atención debida. De acuerdo con el International Crisis Group, en octubre del 2023 expiran las restricciones de la ONU a los misiles balísticos de Irán, sin duda alguna un punto de inflexión. De acuerdo con esta fuente, esto puede derivar que el país persa se retire del Tratado de No Proliferación Nuclear, un potencial casus belli para Estados Unidos e Israel. Sobre este punto, es importante recordar que Rusia ofreció “apoyo militar sin precedentes” a Teherán.
Otro actor clave es Egipto. A raíz del ultimátum de Netanyahu para que dos millones de habitantes de Gaza abandonen la ciudad, la única salida disponible es el paso fronterizo de Rafah. No obstante, para Egipto la situación es compleja por tres razones fundamentales. La primera es gestionar una crisis humanitaria. El Cairo no está preparado para recibir un millón de refugiados en un horizonte temporal muy corto. Por esta razón ha solicitado implementar un corredor humanitario con otros países y la Cruz Roja. Segundo, el país de los faraones atraviesa una severa crisis económica. La inflación interanual alcanzó la cifra de 39,7% solo en agosto del presente año. A su vez, la guerra en Ucrania supuso un duro golpe a la seguridad alimentaria del país, al incrementarse los precios internacionales de los alimentos, como el trigo. Finalmente, está el factor político. El 2024 se celebran elecciones presidenciales y una llegada masiva de refugiados o un desastre humanitario sin duda alguna influirá en el termómetro electoral.
Por otra parte está Arabia Saudita. Los ataques terroristas de Hamas han descarrilado las negociaciones entre Riad y Tel Aviv cuyo objeto principal es el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre ambos países. Ante esta situación el reino ha emitido un comunicado que indica que la "situación explosiva como resultado de la ocupación continua y la privación de los derechos legítimos del pueblo palestino".
También existe otro factor que es un denominador común, la gran popularidad que tiene la causa palestina en el mundo árabe. A raíz del contrataque israelí, decenas de miles de personas han salido a las calles en Egipto, Yemen, Jordania e Irak en favor del pueblo palestino y contra el bloqueo y ofensiva israelíes. Esto supone una enorme presión para sus respectivos gobiernos que hasta el momento han actuado con cautela.
Finalmente están los actores occidentales, Estados Unidos y la Unión Europea. El primero ha expresado su alineamiento incondicional con la causa israelí y ha enviado equipo de guerra al gobierno de Netanyahu, llegando a movilizar a su portaaviones Gerald R. Ford, el más moderno de su flota.
La Unión Europea ha seguido la línea estadounidense, proscribiendo cualquier manifestación propalestina en su territorio.
A manera de conclusión, se puede apreciar que este ajedrez geoestratégico internacional es altamente complejo. La fragilidad de la situación puede derivar en una escalada de enormes proporciones cuya onda expansiva afectaría al mundo entero. No es irrelevante recordar que Israel posee armamento nuclear.
Sobre el autor:
Alonso Cárdenas
Docente de la carrera de Ciencia Política de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya