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4 mayo, 2023

[Artículo RPP] Ricardo L. Falla: La tecnología ensimismada

Cuando uno lee a los “gurús” del mundo tecnológico vaticinar -con tanta seguridad -sobre algunos los efectos colaterales que ocasionará el uso masivo de la IA en el ámbito laboral, nos preguntamos si realmente son conscientes de la magnitud de lo que está gestando. Dado el ensimismamiento de varios de ellos, parece que no.

Uno de los momentos más célebres de la gran novela de Mary Shelley, “Frankenstein o el Prometeo moderno” (1818), es cuando el monstruo le dice a su inventor: “tu fuiste mi creador, pero ahora yo soy tu amo”. Con esta sentencia inmortal y certera, la inteligente escritora británica logró sintetizar desde el lenguaje literario el drama que subyace en el sueño prometeico del “autómata pensante”: tarde o temprano el hacedor podría terminar dominado por su creatura. Sin embargo, Mary Shelley, con una enorme capacidad narrativa y simbólica, decide llevar al monstruo a su propia autoaniquilación. Lo cual es impresionantemente inquietante.

La metáfora que logra construir Shelley tiene un poder que logra trascender el momento en el que fue creada esta novela, es decir, la primera revolución industrial. Y hoy, cuando estamos ingresando a la cuarta revolución, los peligros de la creación tecnológica desbocada siguen estando presentes. Pero nunca como ahora. Porque por primera vez se ha creado un tipo de inteligencia que puede superar largamente varias de las capacidades humanas y, eventualmente, dejar de lado a cientos de millones de seres humanos del ámbito de la producción.

Muchos de los “gurús” tecnológicos que abundan en nuestra época han afirmado que, en muy breve tiempo, la inteligencia artificial va a hacer que desaparezcan una innumerable cantidad de trabajos y que al parecer esta situación es inexorable. Con una frialdad digna de los “sociópatas”, ponen fechas aproximadas en las que los humanos serán desplazados por estas inteligencias portentosas y que debemos aceptar este cambio resignadamente, adaptándonos a las exigencias de la nueva “megamáquina”- interesante concepto del genial Lewis Munford que debemos recuperar en nuestros días-, cuyo centro será la IA.

Es evidente que toda innovación tecnológica implica cambios sociales. Desde la invención de la agricultura y de ganadería, no hemos hecho más que adaptarnos a las innovaciones técnicas que han sido fruto de la evolución crítica de nuestros artefactos culturales. De hecho, las oleadas de desarrollo tecnológico han generado nuevos empleos e incidido en la formación de riqueza, como demostró el economista Robert Solow. Pero en esta oportunidad, el margen de adaptación es casi inexistente. Pues se trata de ser sustituidos por el atributo que nos distingue como especie naturalmente evolucionada: la inteligencia humana.

La pregunta que nos ronda en la cabeza, más allá de los vaticinios de los “gurús” de tecnología, es si los seres humanos aceptarán ser sustituidos por la inteligencia artificial. Esos cientos de millones de personas, cuyos trabajos se pueden esfumarse, ¿se quedarán con los brazos cruzados? ¿No se está subestimando el poder reactivo que tiene la desesperación humana ante el peligro de la muerte de hambre? ¿Serán capaces los “gurús” tecnológicos de darse cuenta que estamos ante un colapso social y cultural de insospechadas dimensiones?

Nuevamente el ensimismamiento tecnológico está haciendo de las suyas. Y no se está observado que una vez que la IA se instale en el mundo laboral, esos “efectos colaterales” – humanos sin trabajo-, se llenaran de miedo y, por lo tanto, de furia. Una furia, producto de la desesperación, cuyos efectos no podremos controlar en un mundo secular. El drama de estos “gurús” de la tecnología es el mismo de siempre: la incapacidad de ver la complejidad del bosque y solo se ver una rama.

Lea la columna del autor todos los lunes en Rpp.pe

Sobre el autor:

Ricardo L. Falla Carrillo

Jefe del Departamento de Filosofía y Teología de la UARM

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