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13 mayo, 2022

[Artículo] Soledad Escalante: Algunas reflexiones a raíz del regreso a las aulas

La vuelta a la presencialidad nos ayudará a devolver cierto orden, nos permitirá volver, para seguir usando esta extrapolación física, a un sistema estable.

 La vuelta a un lugar

Lo mejor de la vuelta a clases es que los chicos vuelven a un lugar. Esto parece obvio, pero no lo es del todo. Un lugar, por definición, es una porción de espacio. Ese solo hecho ya implica una propuesta diferente a la virtualidad que propone la disolución del espacio y el tiempo. Pero también un lugar, ahora ya como concepto filosófico, no solo como un vocablo del español, se opone, también como concepto, a otras porciones de espacio que podríamos catalogar como no lugares. Los no lugares incluyen tanto realidades físicas (espaciales), como digitales (virtuales). Los lugares son realidades espacio-temporales en donde nos abrimos al otro y a su diferencia. En cambio, los no lugares, son realidades en donde bien podríamos compartir espacio físico con otros, pero nunca nos abrimos a ellos, porque quienes sean los otros, no nos interesa en lo más mínimo. En ese sentido, un claro ejemplo de un no lugar, es un centro comercial. Cientos de personas asisten solas o en grupos, que pertenecen a su propio entorno, sin importarles que pueda ser de las otras personas. La escuela, en cambio, es el ejemplo paradigmático de un lugar. La escuela pública, aún más. Ahí los chicos se abrirán, nuevamente, a las subjetividades nuevas que son sus compañeros de clase. Interactuarán, formarán alianzas, amistades, tendrán discrepancias y vivencias compartidas, etc. Inclusive, en una escuela pública, se produce el encuentro de subjetividades   provenientes de diferentes clases sociales, como la clase media, la clase media baja, la clase baja, etc., etc.  Es decir, se produce un real encuentro humano, con todos sus matices, puntos de coincidencia e interpelaciones. La escuela no es solo el lugar donde vamos a aprender, también es lugar que nos saca de nuestra mismidad. De nuestra realidad familiar, ideal o tormentosa, la escuela es el lugar de la apertura a la diferencia.

La delimitación del espacio

Otra importancia del lugar es la delimitación. El espacio tiene extensión, medidas, límites. La virtualidad, con su disolución limítrofe, hace posible que cualquier lugar se convierta en el lugar de los deberes académicos, a pesar de que no se tengan las condiciones de ser un verdadero lugar. El comedor que se vuelve estudio u oficina, en muchas casas, se había convertido también en un aula de clases. Se había disuelto la lógica del gasto de energía y el reposo. Los hogares, muchas veces no solo con su dinámica de reposo, también de tormento, debido a los problemas familiares, ahora se convertían – para usar un término físico- en la teoría del caos.  En ese sentido, la vuelta a la presencialidad nos ayudará a devolver cierto orden, nos permitirá volver, para seguir usando esta extrapolación física, a un sistema estable.

Aparte, no se puede obviar, que la escuela está hecha para aislar la atención de otros estímulos; desde los internos, propios de la misma dinámica familiar, hasta los externos, como podría ser cualquier ruido proveniente de la calle que se colaba en las clases. En teoría, un salón de clases, está hecho para facilitar la abstracción

El multitasking y la atención

La mezcla de atmósferas (la estudiantil, la casera, la laboral, la del reposo, etc.) no ayuda a la concentración. La concentración implica un esfuerzo deliberado. No es cierto que “la generación Z” tenga una “habilidad extra” que la haga diferentes a las otras generaciones por poder hacer actividades multitasking (realizar actividades simultáneas, por ejemplo, escuchar música, mientras se redacta un trabajo). Lo que sucede, en realidad, es que se ha reducido su régimen atencional producto de la hiperestimulación digital.  Tanto es así, que los mismos trabajadores de Silicon Valley, lugar donde se concentran las mayores empresas tecnológicas del mundo, insisten en que sus hijos tengan una educación tradicional porque son muy conscientes que las interfaces digitales, con su hiperestimulación, afectan la imaginación y la creatividad.

Son muy conscientes que estas interfaces están diseñadas con el mismo principio de las máquinas tragamonedas. De ahí que puedan capturar nuestra atención por horas. Los colegios en Silicon Valley usan lápiz, colores, papelotes, crayones etc. Aunque parezca ironía no lo es.

Las interfaces digitales sobre-estimulan la corteza prefrontal. Los principales estimulantes de la corteza prefrontal-zona fundamental en el proceso de abstracción, de retención, de atención y de expresión emocional-, en la infancia y en la niñez, son la luz, el sonido y el movimiento.

Exponer a los niños constantemente a estos estímulos influye en el retraso de la maduración de la corteza prefrontal. Es decir, perjudica, su capacidad de abstracción, de retención, de atención y de expresión emocional.

La educación física y la corteza prefrontal

Mark Rego, psiquiatra de la Universidad de Yale, ha publicado, solo hace unos meses, su libro, titulado: “Frontal Fatigue: The Impact of Modern Life and Technology on Mental Illness”. La tesis principal del libro es que nunca antes en la historia de la humanidad, como ahora, hemos utilizado tanto nuestra corteza prefrontal. Los trabajos y el modo de esparcimiento de antes, estaban más relacionados con lo físico. Ahora tano para trabajar, como para distraernos, utilizamos, la corteza prefrontal. El trabajo de oficina, o en este caso en particular, el trabajo académico, se hace desde un ordenador portátil; el esparcimiento, frente al televisor viendo alguna película almacenada en una videoteca digital o jugando con la consola de videojuegos. Esto es una puerta abierta a las enfermedades mentales.

Muchos experimentos demuestran que esta área fundamental del cerebro no funciona nada bien al estrés. Una fatiga en esta área genera, a menudo, ansiedad, depresión y hasta sensación de vacío existencial.

La importancia de un curso como la educación física, en este contexto, es capital. Implica otro tipo de relación con la realidad. No solo cognitiva, sino, también motriz. Este curso, ahora más que nunca, no debería verse como un escape de la carga académica, sino como otra forma fundamental de relacionarse con lo real. No solo a través de la solitaria pantalla que nos despoja de todo cuerpo y de toda interacción real; sino también y, fundamentalmente, con la presencia del cuerpo y la conciencia intencionados, para usar un término apreciado por la fenomenología, hacia el logro de un objetivo común.

La sinergia de un equipo en anotar un gol, una canasta o el objetivo lúdico-común que demande la clase que haya preparado el profesor de educación física. La idea fundamental es encontrar otras maneras de expresión; y para utilizar el término acuñado por Howard Gardner, de desarrollar la inteligencia kinestésica, de esa manera se le brinda el descanso necesario a la corteza prefrontal.

El nuevo escenario que tendrán que enfrentar los docentes

Hay que tener en cuenta, también, que los docentes tendrán que lidiar con un nuevo escenario: los daños emocionales con los que regresarán, sobretodo en la escuela pública, los chicos, producto de las pérdidas que han ocasionado la pandemia y la reclusión social: el fallecimiento de algún ser querido, la disminución de los ingresos familiares, cambios de casa producto de la disminución de los ingresos, etc. Tengamos también en cuenta que es probable que muchos chicos lleguen con un retraso en las materias, porque no se pudo ejercer el seguimiento adecuado a la hora de evaluarlos y, aun así, lograron pasar de año sin haber adquirido las competencias necesarias.

Ahora, también debemos tener cuidado de no caer en el error de pensar que la educación básica regular, antes de la pandemia, estaba en un buen estado en nuestro país. El problema es que la pandemia agravó muchos problemas, uno de ellos, por ejemplo, la deserción escolar. Sin embargo, es mucho mejor, comenzar a trabajar en contra de los problemas formativos de nuestros chicos de manera presencial que de manera virtual.

La presencialidad permite tener un contacto humano, abierto a lo nuevo y lo diferente, como ya se dijo líneas más arriba. La presencialidad nos permite ampliar el espectro de experiencias que conlleva educarse. Muchas veces, en la virtualidad, en el mejor de los casos, se había reducido a una experiencia de control administrativo-burocrático: entrega de trabajos, rendimiento de exámenes y entrega de notas. En ese sentido, los docentes podrán reencontrarse no solo con los alumnos, sino también con su vocación docente, que, sin lugar a dudas, se sustenta en el contacto humano. No la ilusión de contacto, que muchas veces, ni a veces a eso llegaba, porque no todos los alumnos podían prender sus cámaras, bien sea porque les daba ansiedad, no tenían cámara, o en su legítimo derecho, no deseaban hacerlo.

Las medidas de seguridad implementadas por el gobierno no permiten el contacto físico como antes, sin embargo, tener la experiencia de observar los rostros, los gestos, ayudará mucho a la comunicación.

La comunicación, fundamental, para el flujo de información de manera bidireccional entre docentes y estudiantes. Como bien sabemos la comunicación es en un sesenta por ciento no verbal. La vuelta a clases es la oportunidad de volver a iniciar la labor a educativa y de tener una conciencia real de cuánto tiempo y terreno habrá que recuperar producto de estos dos años de ausencia en las aulas.

 

Artículo publicado en la Revista Ideele Nº 303

 

Sobre el autor:

Soledad Escalante

Docente principal de la Facultad de Filosofía, Educación y Ciencias Humanasen la Universidad Antonio Ruiz de Montoya

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