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10 enero, 2024

[Artículo Ideele] Pável Labán: ¿Será posible vivir bien?: una apuesta para redescubrir el rostro humano del derecho

Hace algunos días, mientras retornaba a casa, mi playlist me condujo a una canción que interpretaba Mercedes Sosa que lleva por título: “¿Será posible el sur?”1 Entonces, me pregunté, ¿cuáles son los retos vigentes que los pueblos latinoamericanos y sus ciudadanos tienen que combatir para concretar ese sueño que nuestras comunidades indígenas han impreso en dos palabras: sumaq kawsay? Que traducidas al castellano significan “buen vivir” o “vivir bien”.

Para responder a esos cuestionamientos es preciso ser conscientes de la grave y continua crisis de corrupción que desmantela el aparato estatal y pone de manifiesto nuestra precaria institucionalidad. Por ejemplo, el reciente caso en investigación que alcanzaría a la exfiscal de la nación, Patricia Benavides expone los actos más ponzoñosos de algunos operadores jurídicos y refleja el retroceso flagrante a todo impulso de reforma del sistema de justicia peruano. Además, demuestra que nada ha cambiado desde hace cinco años, cuando se dieron a conocer los audios que rotularon a “Los cuellos blancos” como una de las mayores redes de corrupción, que involucró a fiscales supremos, empresarios, exmagistrados del Poder Judicial y consejeros del, ahora extinto, Consejo Nacional de la Magistratura (CNM).

Ese escenario me permite cuestionar el rol que estamos cumpliendo los abogados como servidores de la justicia y el compromiso ético por fortalecer nuestra praxis para responder de manera coherente a la misión de nuestra profesión, impresa en el Código de Ética del Abogado,2 que define como fin “la defensa de los derechos de las personas y la consolidación del Estado de derecho, la justicia y el orden social. La probidad e integridad de la conducta del abogado, cualquiera fuere el ámbito en el que se desempeñe, es esencial para el adecuado funcionamiento del sistema de justicia, la vigencia del Estado de Derecho y la vida en sociedad. La transgresión de los principios éticos agravia el orden” (Artículo 3).

Dicha consigna, que en la realidad pareciese ser más un reto, incrementa su dificultad en un país fragmentado y polarizado como el nuestro, donde reina la informalidad y es permisivo transgredir ciertos principios éticos e, incluso, hacer interpretaciones antojadizas de las normas y la Constitución para la consecución de fines ilícitos.

Pese a ese escenario desolador, “¿Quién dijo que todo está perdido?”,3 reza otra canción que interpreta el gran Fito Páez. En esta parte, me es preciso resaltar que sí hay espacios de nuestra profesión en donde es posible hacer y ser coherente con ese llamado impreso en el Artículo 3 del Código de Ética del Abogado.

Pienso, por ejemplo, en aquellos colegas que prestaron su defensa gratuita a compatriotas detenidos arbitrariamente durante las protestas contra el Gobierno de Dina Boluarte, con la finalidad de que se respeten las garantías del debido proceso. Enfrentamientos que ensangrentaron a nuestro país y cobraron la vida de más de 50 peruanos,4 quienes aún esperan que se haga justicia mientras parece reinar la impunidad.

Asimismo, aquellos abogados que se internan en la selva peruana sirviendo a las organizaciones indígenas y que ejercen una defensa acérrima a los derechos de la naturaleza o, incluso, a favor de poblaciones indígenas en condición de aislamiento o en contacto inicial (PIACI). Además, representar procesos de líderes ambientales que son continuamente amedrentados o asesinados por mafias de madereros o de mineros informales que transgreden sus derechos a la autodeterminación e intangibilidad territorial.

También, cómo no mencionar a aquellos abogados que sirven, defienden y acompañan a migrantes y refugiados en zonas fronterizas o en emergencias humanitarias. Esta acción humanitaria nos revela que es posible apostar por espacios donde hagamos real el sueño de construir una sociedad más justa, humana e intercultural.

Ahora bien, estos son solo tres ejemplos que reflejan lo esperanzadora que puede ser nuestra profesión cuando se pone al servicio de los demás; sin embargo, con esto no quiero decir que no existan más espacios o ramas del derecho donde se apueste por garantizar el respeto de los derechos de las personas y su dignidad. Sin lugar a dudas, sí que los hay, pero los continuos escándalos de corrupción que involucran a abogados han intensificado la percepción negativa que la sociedad tiene en torno a nuestro rol.

En suma, es importante que en las facultades de derecho se hagan mayores esfuerzos para formar profesionales conscientes sobre la realidad en la que vivimos y que estén preparados para discernir en medio de los múltiples dilemas éticos o los conflictos de intereses a los que continuamente nuestra profesión nos encara en el quehacer diario. Al iniciar este texto, mencionaba que muchos deberíamos aprender a soñar a la luz de dos palabras indígenas: Sumaq Kawsay o “buen vivir”/“vivir bien”. Ello porque considero que la forma en cómo los pueblos indígenas y amazónicos tramitan sus relaciones interpersonales integradas a la naturaleza nos debería interpelar como una invitación a volver al sentido comunitario de nuestra existencia, teniendo en cuenta valores como el bien común, la reciprocidad y la equidad. Desde una perspectiva integral que nos devuelve a la premisa que todos somos complementarios en este entramado social.

  1. Autor(es): Jorge Boccanera, Carlos Porcel “Nahuel”. ↩︎
  2. Código de ética del Abogado en: https://www.cal.org.pe/pdf/etica/2012/codigo_etica_abogado.pdf
    ↩︎
  3. Canción del músico argentino Fito Páez titulada «Yo vengo a ofrecer mi corazón», publicada en 1985. ↩︎
  4. Producto del uso desmedido de la fuerza entre agentes del orden y manifestantes, las protestas dejaron un saldo de más de 60 personas muertas. Para mayor información revisar: https://news.un.org/es/story/2023/05/1521137 ↩︎

Sobre el autor:

Pável Labán Martínez

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