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15 marzo, 2024

[Artículo RPP] Ricardo Falla: El cuarteto para el final de los tiempos: música para un campo de concentración

Oliver Messiaen (1908-1992) fue uno de los pocos compositores que hizo pública su fe cristiano católica, en un siglo en que el arte optó entendiblemente por la desacralización de sus contenidos.

Oliver Messiaen (1908-1992) fue uno de los héroes musicales de nuestra juventud. Durante años, oímos con unción su Cuarteto para el fin de los tiempos, acaso una de las obras más conmovedoras del sigo XX y, sin duda, su composición más célebre. Messiaen fue uno de los pocos compositores que hizo pública su fe cristiano católica, en un siglo en que el arte optó entendiblemente por la desacralización de sus contenidos. De ahí que está obra está pensada como un acto de resistencia y de sobrevivencia desde la religión.

El contexto de creación de esta magnífica obra es único. Messiaen, compositor francés, se encontraba recluido en el campo de concentración de Görlitz, Alemania, durante la última gran guerra. A pesar de las condiciones de duro encierro y trabajo forzado, Messiaen pudo concebir su “Cuarteto para el final de los tiempos”, asumiendo que tal momento – la segunda guerra- era la antesala del apocalipsis. De ahí el perturbador poder simbólico de esta composición. Gracias a las gestiones de un guardia alemán de dicho campo, Messiaen obtuvo el permiso para ejecutar su obra, con el apoyo de otros músicos prisioneros.  Así, el 15 de enero de 1941, ante prisioneros y guardias, Messiaen y otros tres músicos, interpretaron una de las obras más profundas de la historia de la música.

Transcribimos partes de una entrevista que se le hiciera a Messiaen en 1989 y que fue difundida por la Radio 2 de la RNE, dentro del programa "Mundo de la Fonografía". En la misma, Messiaen habla de cómo se dieron las circunstancias de la composición de su obra más famosa:

Pregunta: Durante la segunda guerra mundial, usted fue hecho prisionero por los alemanes. ¿Desempeño un papel activo en la contienda?

Respuesta: "No, fui a la guerra como peón. Es decir, cavaba zanjas. Después me hicieron enfermero. Y luego me hicieron prisionero. Era un momento en que todo el ejército se había marchado. Yo estaba con mis compañeros en el bosque, y los alemanes nos rodearon… haciéndonos creer que eran miles. Fui trasladado a Silesia, a Görlitz, una ciudad extrema a la frontera de Polonia. Es una ciudad en un lugar muy frío, hay mucha nieve, y no teníamos nada que comer: sólo teníamos un café por la mañana, y otro por la tarde, eso era todo. Y al mediodía nos daban sopa, pero como si no tomara nada, era puro polvo. Polvos en agua caliente. Pero mientras uno bebe puede vivir.

Claro, como no tenía nada que comer estaba muy flaco. Y es ahí donde escribí mi "Cuarteto para el fin de los tiempos" y precisamente esto fue lo que evitó que cayera enfermo, porque estaba ocupado en este trabajo…a parte de los trabajos forzados, me dedicaba a escribir esta obra…"

Pregunta: ¿Tuvo usted dificultades con las autoridades del "stalag" para interpretar el cuarteto?

Respuesta: Lo escribí sin un piano, sin nada; lo escribí así, en mi cabeza, y después no he cambiado ni una nota, lo que prueba que lo oí bien. Nos dieron instrumentos para tocarlo. Se interpretó delante de todo el campo de concentración, delante de miles de personas: puede ser fueran diez mil, no lo sé. Pero había mucha gente y, evidentemente, no era gente que entendiese de música. Eran de todas las clases sociales, pero como todos éramos hermanos en el sufrimiento produjo una gran emoción. Fue interpretado juntamente antes de la liberación, en el mismo "stalag", ocho días antes de partir. Nunca fui escuchado con tan profunda atención y comprensión.

Una serie de preguntas se desarrollan una vez que uno toma conciencia a partir de esta última línea testimonial: “nunca fui escuchado con tan profunda atención y comprensión “y el título de la obra: Cuarteto para el final de los tiempos. Es evidente que, en una situación de esas características, un campo de trabajos forzados, durante la peor guerra de la historia, podría ser asumida como una experiencia final. No solo por el evidente miedo a la muerte de cualquiera de los prisioneros sino por el sentido de final de una era, de un tiempo, que se percibía en Europa por aquellos años. La experiencia de “el fin de los tiempos”, quedó materializada en Auschwitz, Stalingrado, Berlín, en Hiroshima, etc. Sin embargo, a pesar de lo sombrío del referente que sirve de disparador artístico, esta obra de Messiaen es profundamente religiosa. Y en una época que se anuncian nuevos apocalipsis escuchar esta obra, adquiere una renovada dimensión.

Lea la columna del autor en Rpp.pe

Sobre el autor:

Ricardo L. Falla Carrillo

Jefe del Departamento de Filosofía y Teología de la UARM

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