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1 agosto, 2023

[Artículo RPP] Ricardo Falla: Manuel Vicente Villarán, a 150 años de su nacimiento

Hay conmemoraciones que nos permiten revalorar los aportes intelectuales de nuestros pensadores, más aún cuando no son tan reconocidas sus contribuciones para un público más amplio. En ese sentido, el sesquicentenario del nacimiento de Manuel Vicente Villarán, nos sirve revalorar su obra como filósofo, jurista y maestro universitario, y, asimismo, darla a conocer a los potenciales lectores de hoy.

Manuel Vicente Villarán Godoy, nació el Lima el 18 de octubre de 1873. Fue hijo de Felipe Villarán (1845-1920), quien fue rector de San Marcos y tuvo una dilatada experiencia política en la segunda mitad del siglo XIX. Manuel Vicente estudió en colegio Nuestra Señora de Guadalupe y, posteriormente en la Universidad de San Marcos, donde estudio jurisprudencia- al igual que su padre-, y luego ciencias políticas y administrativas. De modo que el maestro Villarán obtuvo los dos doctorados, cada uno en las disciplinas que estudió en el claustro sanmarquino.

En 1900, Manuel Vicente Villarán pronunció la lección inaugural de aquel año, con el título: Las profesiones liberales en el Perú. En esta célebre alocución, Villarán sintetizó una parte importante de la perspectiva positivista para la educación, considerando que era preciso revolucionar los fines universitarios más allá del rigorismo anquilosado de la academia de su época. Según este intelectual limeño, era importante vincular la universidad con el mundo productivo y las prácticas gubernamentales, pues de este modo se podría desarrollarse nuestro país. Sin decirlo abiertamente, Villarán intuyó que el ensimismamiento académico lo único que genera es una universidad encerrada en sí misma, centrada en sus logros marginales, sin mayor efecto sobre la sociedad.

Ya en el nuevo siglo, Villarán obtuvo las cátedras de filosofía del derecho y derecho constitucional en San Marcos. Al mismo tiempo, se dedicó a la política como ministro de estado (durante el primer gobierno de Leguía) y luego como congresista del Partido Civilista, distanciándose del leguiísmo. Estos virajes hay que entenderlos en la perspectiva que Villarán tenía como positivista. Pues, en ese contexto, el positivismo peruano tenía una dimensión claramente modernizadora, en un país que requería con urgencia un proceso de modernización productiva y de gestión gubernamental. En ese sentido, creemos que Villarán en un primer momento consideró que el Partido Demócrata de Leguía encarnaba esa necesidad de modernización. Pero luego, asumió que el civilismo- aun con su identidad oligárquica- estaba en mejores condiciones prácticas para modernizar el Perú.

En 1922, el doctor Villarán fue elegido rector de San Marcos. Y desde esa posición procuró modernizar el claustro sanmarquino. Sin embargo, el quiebre constitucional ocasionado en 1924 por Leguía y el acoso de la prensa afín al dictador, le llevaron a renunciar al rectorado para luchar políticamente contra la relección. Autoexiliado por tres años, regresó al Perú en 1927 y se mantuvo alejado de la política y de la docencia hasta 1930, año en el que terminó el oncenio de Leguía. Posteriormente, estuvo abocado a la redacción del anteproyecto de una nueva constitución de la república, pero fue desestimada por la asamblea constituyente de 1932. Continuando con su labor catedrática y política en paralelo, Manuel Vicente Villarán, fue candidato a la presidencia en 1936. Pero no obtuvo buenos resultados, lo que le llevó a dedicarse al derecho privado hasta su muerte, en 1958.

Manuel Vicente Villarán puede ser visto como un caso interesante de intelectual peruano de los fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Proveniente de una familia “notable”, disfrutó y obtuvo una educación esmerada que le permitió comprender los desencuentros y fracturas de un país como el Perú. Y vio en el positivismo filosófico, el modo de cómo desde la educación y desde el ejercicio del poder, esas fisuras y asimetrías peruanas podrían ser superadas. Además, era consciente de que la clase política del Perú adolecía de un derrotero intelectual que le permitiera entender la magnitud de nuestros problemas.

Autor prolífico y de excelente pluma, Villarán debería ser leído de forma contextualizada para comprender el ejercicio de un intelectual que se vinculó con el poder político en la primera mitad del siglo XX, desde una perspectiva muy clara: la recepción peruana del positivismo. En ese sentido, sería muy interesante que se reediten pronto sus “Páginas escogidos”, editadas en 1962, con prólogo de uno de sus alumnos más notables: Jorge Basadre.

Lea la columna del autor todos los lunes en Rpp.pe

Sobre el autor:

Ricardo L. Falla Carrillo

Jefe del Departamento de Filosofía y Teología de la UARM

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